jueves, 23 de mayo de 2013

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Borrón y cuenta nueva. Tras 6 años de existencia y una más que irregular frecuencia de publicación, lo mejor que le podía pasar a este blog era un nuevo comienzo. No sé si las cosas irán a mejor ahora ni si mi musa ha vuelto para quedarse o ha sido un pequeño desliz, pero al menos lo intentaré.

Este relato se trataba de un reto literario que debía cumplir estos tres requisitos:

-La historia debe situarse en una ciudad perdida
-El desafío a la autoridad es una parte crucial de la historia
-Un arquero solitario debe ser un personaje principal en ella


¡Enjoy!



CARA A
-Está muy oscuro, pásame la linterna.
Amanda le acercó la linterna que guardaba en su bolso.
-Creo que nos estamos alejando demasiado de la ruta turística. Prefiero volver con el resto del grupo—Amanda sonaba un poco asustada.
-Cariño, no dramatices, no va a pasar nada. ¿No querías probar cosas nuevas?
-Miguel, no me estaba refiriendo precisamente en adentrarnos en una estúpida cueva perdida en medio de vete a saber dónde. Te recuerdo que nuestro hotel no está en esta isla y que hemos venido en barco junto con el resto de turistas.
-No llevamos ni tres días casados y ya me estás amargando la vida. Tú sígueme, quién sabe, ¡quizás descubramos las ruinas de una civilización perdida!
Amanda refunfuñó para sus adentros pero hizo caso a su marido y siguió sus pasos. En la cueva había bastante humedad, por lo que ella creía que estaban dirigiéndose a algún lago. Tal vez un paraíso tropical que Miguel había descubierto gracias a google y la estaba llevando al verdadero destino de la Luna de Miel. Amanda era una chica simple, que no tenía apenas quebraderos de cabeza y su mundo se limitaba a girar alrededor de Miguel. Algunos la podrían acusar de llevar una vida bastante vacía, pero lo cierto es que Amanda era muy feliz.
-El camino empieza a iluminarse, creo que estamos llegando a la salida.
-Espero que haya valido la pena. Las vistas no han sido muy agradables de momento.
Poco había que contar sobre lo que habían visto hasta entonces, salvo paredes de piedra, musgo y tierra. Crack.
-Espera, Miguel, creo que he pisado algo. Alumbra mis pies.
-¿Una flecha?
Amanda se agachó y recogió el artefacto que había pisado. El torso, que era de madera, se había resquebrajado. Tenía una serie de runas grabadas en la piedra, que estaba muy afilada.
-¿Qué pinta una flecha en medio de este lugar? Ay Miguel, vámonos. Me da igual la sorpresa que me tengas preparada. Estoy segura que hay animales salvajes y esto debe ser de algún cazador nativo.
-¿Puedes dejar de ser tan miedica y pesimista?—Miguel se acercó a Amanda y la cogió de ambas manos. La linterna alumbraba hacia arriba, al rostro del chico—Confía en mí, no nos va a pasar na…
Fue como un silbido. Amanda no tuvo siquiera tiempo a pestañear que de pronto tenía toda la cara pintada de rojo. La sangre de Miguel caía a borbotones de la garganta, que había sido atravesada por una flecha. El rosto de su marido, desencajado, se había quedado grabado en la mente de Amanda para toda la eternidad.
-Dios, no… no quería… No sabía…
El pánico se había apoderado de Amanda. No pensó en coger la linterna y alumbrar al dueño de esa voz. Ni tan siquiera pensó en gritar y pedir ayuda, ni en buscar el mínimo sentido a lo que estaba pasando. El pánico le decía que debía correr, hacia adelante, sin mirar atrás, y sus piernas no dudaron un segundo en hacer lo que el miedo le ordenaba. Así que ella corrió, en la oscuridad, arañando su piel contra la fría pared, sin mirar atrás. Amanda corrió durante horas hasta que se dio cuenta que se había perdido. Aquello no era una simple cueva, era un laberinto, del que iba a ser muy difícil encontrar la salida.

De la vuelta al casette y presione play.

CARA B.
XXIII. Tan solo le quedaban tres flechas y ya llevaba un par de días que no lograba alcanzar sus objetivos y no tenía nada que llevarse a la boca. Malditas liebres, pensó, son terriblemente escurridizas. Una vez vio un ciervo, pero no se atrevió a dispararle. Claro está, solo llevaba cuatro días perdido por aquel entonces, y creía que no iba a tener que recurrir a tales artimañas. Lamentablemente se equivocó, y ya llevaba 23 días perdido en medio del bosque y nadie había venido en su búsqueda. Durante esos días su dieta había sido a base de pájaros comunes y alguna liebre ocasional. No entendía como nadie lo había rescatado aún. ¿Tal vez este bosque era indetectable? El caso era que no había sido capaz de salir de ahí. Como si el propio bosque estuviera rodeado de alguna fuerza misteriosa que lo alejaba del mundo exterior. Pero eso no podía ser posible, las brujas se extinguieron de Corintia hace más de 200 años, y ya corremos por el siglo XIV.
-Eeeeeeeeeoooooooooooooooo.
Eeeeeeeeeoooooooooooooooo. ¡Eco! Estaba llegando a un rincón no explorado, tal vez aún había esperanza para él. Debía haberla, no dejaba de repetirse, él no era más que un simple arquero aficionado por la caza, aventurero que aún no había llegado al vigésimo tercer aniversario de su nombre. Tenía que ser capaz de regresar a Corintia, llenarse el estómago y conquistar a la moza de sus sueños. Aún le quedaban muchas canciones que cantar. Tras media hora andando, vio un pequeño lago enfrente de lo que parecía una cueva. La salida, pensó. Se adentró en el pequeño túnel de piedra y a los pocos metros empezó a escuchar unos ruidos. Era incapaz de entender lo que estaban diciendo, pero sabía distinguir que eran la voz de un hombre y una mujer. Suenan como yo, pero no hablan como yo ¡Brujas! No podía ser de otra forma. Las brujas se habían escondido por 200 años en ese bosque, y él estaba a punto de descubrirlos. Cogió el arco y cargó una flecha, avanzando mientras apuntaba a la nada con el arco. Fiuuuuuu. Sin querer se le escapó una de las flechas, dejándola por perdida en medio de la nada. Estaba demasiado oscuro como para saberlo con certeza, pero no dejaba de andar en círculos. Volvió a oír las voces, así que se guió por ellas y empezó a seguirlas, empuñando una nueva flecha. Cuando vislumbró una silueta, pronunciando esas extrañas palabras, disparó sin titubear. No tardó en descubrir su error. El rostro iluminado de la segunda silueta no era para nada el de una bruja. No había signos de la edad, ni verrugas ni putrefacción. Vestía de forma extraña, pero no tenía la apariencia de una bruja.
-Dios, no… no quería… No sabía…
No pudo hacer nada. La otra silueta salió corriendo. Observó cómo se desplomaba el hombre que acababa de matar, iluminado por un artefacto extraño. Deben ser brujas. ¿Qué otra explicación había? Ningún ser mortal era capaz de crear un artilugio como ese, que pudiera iluminar una habitación entera. No pasa nada, tranquilo, nadie te va a castigar por esto. Te van a conmemora, has matado a un brujo y ahora vas a ir por la otra.
XXVI. Llevaba tres días –o eso le había parecido-- vagando por esos túneles y no había ni rastro de la otra bruja. Ni tampoco había conseguido encontrar la salida. Si fue capaz de volver a dónde había dejado el cuerpo inerte del hombre. Supo que era ese lugar porque encontró el extraño artefacto diabólico, pero el cuerpo había desaparecido. Se lo habrán comido las otras brujas. Malditas caníbales. Dios, estoy muerto de hambre. Lo estaba, y apenas tenía fuerzas para mantenerse en pie, pero debía resistir y encontrar la manera de volver a Corintia. No se sabe si pasaron horas, días o tan solo unos minutos. Pero los túneles volvieron a iluminarse y empezó a notar como el aire corría más fresco. La salida, por fin. Salió gateando, con las fuerzas ya flaqueando y dejó que el sol le iluminara la cara.
-¡Pon las manos en alto!
-¡Deja el arma!
Había varios hombres delante de él, apuntándole con otro artefacto presuntamente diabólico, hablando en ese extraño lenguaje. Las brujas me han rodeado y tan solo me queda una flecha. Si voy a morir, al menos me llevaré por delante a uno de ellos. Hizo amago de coger su última flecha y cargarla en el arco, pero uno de los hombres fue más rápido que él y utilizó el artefacto diabólico, que le atravesó el corazón. Mierda… parece ser que no volveré a Corintia.
-¡Jefe! Está muerto, no vamos a poder saber qué ha pasado.
-¿Por qué va así vestido? Parece sacado del cuento de Robin Hood.
-Qué más da. Es evidente que ha sido el asesino de esa pobre pareja. Seguramente uno de esos locos jugadores de rol. 

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