lunes, 10 de junio de 2013

Calcetines

Tenía pensado que la siguiente entrada fuera el rescate del primer capítulo de The Morning Never Came, pero han lanzado un nuevo reto literario y me ha venido la musa al instante (edito: la musa se fue de parranda con mis exámenes y lo estoy publicando con una semana de retraso ^^U). 

Las condiciones para este reto eran:
- El protagonista de la historia es un adicto
- La historia empieza con una reconciliación
- La historia empieza en un ático
- La tecnología tiene un rol importante en la historia.

Condición bonus: ¡¡¡¡¡GATITOOOOOOOOS!!!!11!!!!



Calcetines

Estaba agotado. Se había pasado toda la noche de juerga y ahora tenía que entrar con sigilo por una de las ventanas del ático y evitar que ella se diera cuenta de su escapada nocturna. Pero tenía una buena excusa, o así lo creía él. Debía reconciliarse con su mejor amigo, habían tenido una estúpida pelea y él no dejaba de sentirse mal por ello. Así que Calcetines decidió cazar un enorme y suculento pescado para su buen amigo Manchas. Manchas pidió perdón por lo sucedido, tan solo tenía envidia del collar de su amigo. Calcetines era un gato especial, no era el único pero tampoco había muchos como él. De color atigrado, llevaba consigo un collar azulado. Y este elemento era el que lo hacía tan especial. Los tiempos cambian y la soledad era cada vez un tema más preocupante de la sociedad. Lo cierto es, que a cada año aumentaba el número de personas que morían solas. Completamente solas. Así que a una mente brillante y amante de los gatos, se le ocurrió inventar un collar que fuese capaz de traducir el idioma gatuno al habla común. El problema, es que es bastante caro y no todo el mundo se lo podía permitir. Algunos nietos e hijos optaban por comprar el chisme en vez de encerrar a sus personas mayores en una residencia. Otro de los casos más comunes es que el collar formaba parte de una receta médica, como era el caso de nuestro felino protagonista. Calcetines había sido el gato más rechoncho de su camada y también el más sano. Fue afortunado, ya que sus dos hermanos no lograron sobrevivir al frío invierno en la calle. Pero su madre y él resistieron hasta que una simpática señora los adoptó. Allí fue donde Calcetines conoció a su joven dueña, Cassie. La jovencita era una de las pacientes de su salvadora, la cual decidió que el mejor tratamiento iban a ser las travesuras gatunas de Calcetines. Las cosas parecían ir bien, pues el amor entre Cassie y Calcetines fue prácticamente a primera vista. Pese a ser un joven gato, Calcetines comprendía muy bien su cometido. Cassie necesitaba mucho afecto y ahí estaba Calcetines para dárselo. Todas las mañanas se ocupaba de curar sus heridas, igual que hacía con las suyas, y Cassie lo recompensaba con un buen achuchón o una doble ración de salmón. 
Calcetines estaba deseoso por despertar a cabezazos a Cassie y ver como le sonreía por las mañanas. Cassie solía llorar a veces, pero Calcetines se encargaba de beber sus lágrimas y le hablaba. Vaya tú si le hablaba. A Calcetines le encantaba hablar y le explicaba todas y cada una de sus pequeñas aventuras. Por eso nada más entrar al ático se abalanzó contra la cama y empezó a dar cabezazos a Cassie mientras ronroneaba. Se moría de ganas por contarle que se había reconciliado con Manchas. Pero Cassie no reaccionaba, parecía estar completamente dormida. Pero Calcetines se sentía muy travieso, así que empezó a destapar a su dueña mordiendo las sábanas. Ella seguía sin inmutarse y Calcetines observó que sus muñecas volvían a estar rojas. ¡Es tiempo de hacer mi trabajo! pensó Calcetines, y empezó a lamer sus heridas. Pero Cassie no parecía recobrar la conciencia. Cassie no abrió sus ojos ni le dedicó su sonrisa. Tampoco le preparó su desayuno. Cassie siguió postrada en la cama, durmiendo.
Pasaron dos días antes de que alguien viniera al ático. Calcetines había permanecido junto a Cassie todo este tiempo. Estaba durmiendo plácidamente hasta que los gritos de su salvadora lo despertaron. Ella se acercó a Calcetines y lo elevó, sosteniéndolo junto a su pecho. Llamó por teléfono y en unos minutos el ático se llenó de personas vestidas de blanco y también de azul.
-Lo siento mucho, Calcetines. Estaba equivocada.
-Cassie no se despierta. ¿Está enferma?
-Siempre estuvo enferma.
-¿Entonces he fallado? ¿No he hecho bien mi trabajo?
Su salvadora negó con la cabeza y acarició al pequeño.
-No, la que ha fallado he sido yo. Tú has estado siempre junto a Cassie y has conseguido que no estuviera sola. Ahora por fin descansa en paz.
-¿Puedo regalarle el collar a Manchas? Si no puedo hablar con Cassie ya no lo quiero.
Ella asintió con la cabeza.
-Claro que sí, pequeñín. Es hora de que vuelvas a ser tan solo Calcetines, el gato.

4 comentarios:

  1. Me ha gustado el relato, supongo que no tenias demasiado tiempo, pero se me ha hecho corto, me he quedado con muchas ganas de leer mas sobre calcetines

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    1. No descarto volver a utilizar a Calcetines en otra ocasión jaja Y tiempo 0, he estado demasiado ocupada con los exámenes :(

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  2. Solo un apunte, calcetines(el gato) 2días solo con el cuerpo en descomposición de su dueña y no se lo come?
    Hubiera sido mejor k el gato hubiera empezado a papearse a la vieja!!! xD

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    1. Calcetines quería mucho a su dueña como para hacer algo así :(

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